Comprender los tipos de narradores a través de un relato de Lucia Berlin
Este año he leído los relatos de Lucia Berlin que se recogen en el volumen titulado Manual para señoras de la limpieza, publicado en 2016 con bastante éxito, hasta el punto de que algunos lo calificaron de “libro del año”. La verdad es que si de algo se puede calificar a la prosa de Lucia Berlin es de original, diferente y sumamente atractiva. Me gusta mucho el enfoque que adopta en algunos relatos, como por ejemplo en este del que quiero hablar hoy, titulado Punto de vista.
Punto de vista está protagonizado por una mujer llamada Henrietta y me ha llamado la atención por cómo juega, indaga y experimenta con los diferentes narradores. Si sólo nos hubiera contado un pedazo de la vida de esta pobre mujer, le habría quedado un relato bastante insulso. En cambio, Lucia Berlin desarrolla una auténtica teoría (y práctica) de los narradores a la vez que va construyendo la historia. Por eso este texto me parece magnífico para tratar en clase de literatura con los alumnos de secundaria el tema de los diferentes tipos de narradores; es una cuestión bastante abstracta que a muchos les cuesta bastante comprender, quizás porque les faltan las lecturas necesarias para ello.
Los alumnos se lían especialmente con la diferencia entre el autor real, escritor o narrador externo y lo que es el narrador interno del relato, que es el que realmente aparece en el texto e importa al lector. Este narrador interno puede ser omnisciente, un narrador en primera persona, un personaje del relato o incluso, como sucede a menudo en los relatos de Lucia Berlin, el autor puede pretender que narrador interno y externo son exactamente equivalentes (en esto Lucia Berlin es una maestra, porque combina continuamente lo autobiográfico con lo inventado y es imposible saber dónde empiezan y acaban lo uno y lo otro, lo que ha venido a llamarse autoficción).
Este relato empieza indagando en las diferencias entre la narración en primera y tercera persona, con una brillante reflexión sobre cómo puede cambiar la recepción por parte del lector según si está escrito en primera o tercera persona.
Con estas palabras que reproduzco a continuación Lucia Berlin nos explica que el hecho de que un narrador omnisciente nos cuente la vida de una persona ya está dando a esa vida una condición de nobleza o de interés que hace que nos llame más la atención o nos atrape más que si es una narración en primera persona por parte de ese personaje:
Imaginemos «Tristeza», el cuento de Chéjov, en primera persona. Un anciano explicándonos que su hijo acaba de morir. Nos sentiríamos turbados, incómodos, incluso aburridos, y reaccionaríamos precisamente como los pasajeros del cochero en el relato. La voz imparcial de Chéjov, sin embargo, imbuye a ese hombre de dignidad. Absorbemos la compasión del autor por él, y nos conmueve en lo más hondo, si no la muerte del hijo, el hecho de que el viejo termine hablando con el caballo. Creo que en el fondo es porque somos inseguros. Quiero decir que si les presentara así a la mujer sobre la que estoy escribiendo… «Soy una mujer de cincuenta y tantos años, soltera. Trabajo en la consulta de un médico. Vuelvo a casa en autobús. Los sábados voy a la lavandería y luego hago la compra en Lucky’s, recojo el Chronicle del domingo y me voy a casa», me dirían: eh, no me agobies. En cambio, mi historia se abre con: «Cada sábado, después de la lavandería y el supermercado, Henrietta compraba el Chronicle del domingo». Ustedes escucharán todos y cada uno de los detalles compulsivos, obsesivos y aburridos de la vida de esta mujer solo porque está escrita en tercera persona. Caramba, pensarán, si el narrador cree que hay algo en esta patética criatura sobre lo que merezca la pena escribir, será que lo hay. Seguiré leyendo, a ver qué pasa.
Después Lucia Berlin pasa al tema del juego y confusión entre narrador interno y externo; el narrador real, el que publica el libro y el narrador interno, el que se crea dentro del relato, que al final es el único que nos interesa como lectores. Nos demuestra y explica que los escritores siempre cogen detalles de su vida, de aquí y allá para escribir sus relatos; aunque estos sean totalmente ficticios, siempre tienen una base en la propia realidad que ha conocido el escritor.
Sin embargo, aspiro a que, a fuerza de minuciosidad en el detalle, esta mujer les resulte tan creíble que no puedan evitar compadecerla. La mayoría de los escritores utilizan accesorios y decorados de su propia vida.
[…]Creo que no daré ninguna explicación en el relato.
[…]El doctor B. está inspirado en el nefrólogo para el que trabajé durante un tiempo.
Es destacable el final del relato, de una enorme inteligencia narrativa por parte de Lucia Berlin. Está hablando en tercera persona de su personaje, de Henrietta, diciéndonos como se asoma por la ventana ese domingo por la noche, para ver un coche que ha parado en una gasolinera y en medio de esa descripción se da el salto a la primera persona. Es como una manera de decir al lector: te estoy engañando continuamente, lo que piensas que dijo mi personaje lo dije yo y lo que dije yo en realidad lo dijo otro… Ese juego continuo que practican realmente todos los escritores y que Lucia Berlin desenmasca de una manera magistral.
Apaga el televisor mientras toma la infusión, escuchando los coches que entran y salen de la gasolinera Arco al otro lado de la calle. De vez en cuando un coche se para con un frenazo junto a la cabina telefónica. Después la puerta se cierra de golpe y el coche arranca y se aleja. Oye un coche que se acerca despacio hacia los teléfonos. Dentro suena jazz a todo volumen. Henrietta apaga la luz y levanta la persiana junto a su cama, apenas una rendija. La ventana está empañada. En la radio del coche suena Lester Young. El hombre que habla por teléfono sujeta el auricular con la barbilla. Se pasa un pañuelo por la frente. Me apoyo en la repisa fría de la ventana y le observo. Escucho el suave saxo de «Polka Dots and Moonbeams». Escribo una palabra en el vidrio empañado. ¿Qué? ¿Mi nombre? ¿El de un hombre? ¿Henrietta? ¿Amor? Sea cual sea, la borro antes de que nadie la vea.
Este texto también es un perfecto ejemplo de metaliteratura: en la obra literaria el escritor o narrador externo inserta detalles del proceso de escritura del propio relato, en este caso detalles de cómo le está costando escribir la atmósfera vacía y cargada de un domingo.
Me está costando mucho escribir sobre el domingo. Plasmar la larga sensación de vacío de los domingos. Sin correo, las máquinas cortando el césped a lo lejos, la desesperanza.
En definitiva, Punto de vista me parece un gran texto para llevar al aula y para reflexionar con los alumnos de una forma menos abstracta sobre este tema de los narradores que está incluido en los temarios de Eso y Bachillerato.
Si queréis leer el libro de Lucia Berlin, se puede comprar aquí.